Publicado el 08 del 09 de 2022
A LOS HOMBRES DE LA “VICTORIA”…Y
DE LA “TRINIDAD”
Hoy, 8 de septiembre, se cumplen 500 años
de la llegada a Sevilla de la nao “ Victoria”, después
de circunnavegar el planeta durante tres años. Dos días antes, el día 6,
entraron en el puerto de Sanlúcar de Barrameda donde Juan Sebastián Elcano
escribió su famosa carta al emperador Carlos V. En ella queda clarísimo que lo
que más valoraban los hombres supervivientes de la gran hazaña era el haber
dado la vuelta al mundo por primera vez. Dice Elcano: “…y más sabrá
V M de aquello que más debemos estimar y tener es que hemos
descubierto y dado la vuelta a toda la redondez del mundo, que yendo para el
occidente hayamos regresado por el oriente”.
Hace algo más de tres años publiqué en este mismo blog un artículo sobre el viaje de Magallanes y Elcano. Hoy quiero contar algunas cosas más y rendir homenaje a los hombres que participaron en este épico periplo.
Comenzaremos a partir de la llegada de las naos “Victoria” y “Trinidad” a las islas Molucas, concretamente a la isla de Tidore, el 8 de noviembre de 1521.
El reyezuelo del lugar – Almansur - les recibió con alegría y una gran hospitalidad. En seguida se mostró entusiasmado por ayudarles a recoger clavo y por convertirse en vasallo del emperador Carlos. Incluso quiso cambiar el nombre de su isla por “Castilla”, “Castila” como decían ellos. Entre los marineros de ambas naos y los indígenas recogieron una enorme cantidad de clavo, de hecho hubo que traer de otras pequeñas islas vecinas porque arrasaron con las plantaciones locales.
Y ahora un dato muy significativo que explica en buena parte porque aquellos hombres arriesgaban su vida en esa empresa. Si te gastabas 3 ducados en clavo en las Molucas, lo venderías después por 210 en España. Es decir un beneficio del 7000%, gastos aparte. No sé si los grandes traficantes de droga de hoy en día obtienen ganancias equivalentes. Quizá sí. Pero lo dudo.
Al cabo de un tiempo fueron informados por un portugués que vivía en Ternate, la isla vecina, de que el rey de Portugal ya sabía que los españoles estaban en la Especiería y que iba a enviar una armada de seis barcos para neutralizarlos. Debían partir lo antes posible. Durante mucho tiempo se ha pensado que es en ese momento cuando Elcano, capitán de la “Victoria” y Gómez de Espinosa, capitán de la “Trinidad”, deciden volver a España por caminos distintos. Elcano hacia occidente por el Índico y Gómez de Espinosa por el Pacífico para intentar llegar al Darién (Panamá) en donde podían encontrarse con españoles, cruzar el istmo con la carga a hombros y después volver a embarcar en el Caribe.
La realidad es que, en un principio, ambas naves pretendían volver por el Índico y rodeando África. Lo que ocurrió es que al salir del puerto se detectó una gran vía de agua en la Trinidad y ambas naos volvieron a Tidore. Allí pudieron comprobar que la vía de agua era enorme y que para repararla tendrían que varar el barco, quitar la “broma” (un molusco que pudre y devora la madera), tapar un gran agujero en la quilla, desencuadernarla, montarla de nuevo y volver a calafatearla. Meses de arduo trabajo.
La Victoria no podía esperar porque en esas fechas tenía vientos más o menos favorables de levante y había que aprovecharlos. Además había la amenaza permanente de la flota portuguesa que había partido a la caza de los barcos españoles y que podía llegar en cualquier momento. Cuando la Trinidad pudo zarpar los vientos ya eran de poniente y era imposible seguir la ruta de la Victoria, por eso intentaron atravesar el Pacífico.
Finalmente el 21 de diciembre de 1521 la Victoria zarpó hacia España. Antonio de Pigafetta nos cuenta: “El sábado, 21 del mes, día de Santo Tomás, el rey nos trajo dos pilotos, que pagamos por anticipado, para que nos condujera fuera de las islas. Nos dijeron que el tiempo era excelente para el viaje y que debíamos partir cuanto antes; pero tuvimos que esperar a que nos trajesen las cartas que nuestros compañeros que se quedaban en las Maluco mandaban a España, y no pudimos levar anclas hasta el mediodía. Entonces, los barcos se despidieron con una descarga recíproca de la artillería; los nuestros nos siguieron en su chalupa tan lejos como pudieron, y nos separamos, al fin, llorando.” Esta es una escena especialmente emotiva que pone de relieve la intensidad de las emociones de esos hombres tan curtidos.
Después de transitar por una infinitud de pequeñas islas se detuvieron en Timor a finales de enero de 1522 para avituallarse. A partir de ahí comienza una navegación que no tiene precedentes. Por el Índico Sur nunca había navegado nadie. No se tenía idea de con qué se podían encontrar. Encima el viento no era muy favorable y tenían que moverse en zigzag. Por si fuera poco la Victoria hacía agua y tenían que accionar la bomba de achique día y noche. Esta situación se prolongó hasta la llegada a Sanlúcar.
Elcano nos dice: “…pero resolvimos, de común acuerdo, morir antes que caer en manos de los portugueses, y así, con grandísimo trabajo de la bomba, bajo la sentina, que de día y de noche no hacíamos otra cosa que echar fuera el agua, estando tan extenuados como hombre alguno lo ha estado” Y eso que Elcano era un tipo duro de verdad, de los de antes.
La comida que embarcaron en Timor se agotó rápidamente y durante meses sólo comían arroz hervido en agua de mar. Como era de esperar el escorbuto empezó a afectar a la tripulación. La situación era desesperada y se acordó hacer escala en las islas de Cabo Verde – que pertenecían a Portugal –, contar una historia de que se habían perdido en una tormenta cuando volvían de América y así poder adquirir alimentos. Se hizo una votación y se decidió parar ¡ pero no por unanimidad ! , aún en esa situación tan trágica hubo hombres que preferían seguir.
La “Victoria” llegó a Cabo Verde y desembarcaron 13 hombres, hicieron dos viajes a tierra y trajeron víveres pero después de la tercera vez ya no volvieron. Al parecer uno de los marineros quiso pagar con clavo y eso les delató. Imposible traer clavo si no venían de las Molucas. Elcano reaccionó rápidamente y zarpó a toda velocidad.
El trayecto entre las Islas de Cabo Verde y España fue un verdadero calvario. Llegaron tan solo 18 a Sanlúcar, además de tres indígenas.
Este famoso cuadro de Elías Salaverría (1915) que representa a los hombres de la “Victoria” desembarcando en Sevilla el día 8 de septiembre de 1522 no corresponde a la realidad. Escuché una conferencia de un capitán de navío experto en estos temas en la que decía que en Sevilla se iba a tierra en chalupa, puesto que las naos embarrancarían si se acercasen tanto al muelle.
El viaje de la Trinidad fue aún más dramático si cabe. Como ya he dicho el capitán Gonzalo Gómez de Espinosa intentó cruzar el Pacífico y llegar a las costas de América. Con muy buena intuición y conocimiento tomó la ruta del Nor-noreste para aprovechar los vientos de poniente. Andrés de Urdaneta , 40 años más tarde, logró el llamado “tornaviaje” haciendo lo mismo y en la misma época del año. Sin embargo los de la Trinidad tuvieron una pésima suerte y hubieron de regresar a las Molucas. Alcanzaron los 42 grados Norte, es decir más al norte que Urdaneta, pero se les echó encima una espeluznante tempestad de doce días de duración durante la cual ni siquiera podían encender fuego para cocinar.
En este viaje se realizó la primera autopsia en alta mar, de la
que se tenga constancia, a uno de los fallecidos; ahora sabemos que por el
escorbuto. Ginés de Mafra escribió: “ En esta altura se les encomenzó a morir la
gente, y abriendo uno para ver de que morían, halláronle
todo el cuerpo que parecía que todas las venas se le habían abierto y que toda
la sangre se le había derramado por el cuerpo, por lo cual de ahí en adelante
al que adolecía sangrábanle pensando que la sangre
los ahogaba y también se morían, dejábanlo de sangrar
y no escapaba: así que el que una vez enfermaba como cosa sin remedio no le
curaban”
Cuando regresaron a las Molucas los marineros ni siquiera tenían fuerzas para echar los cadáveres por la borda o para levar el ancla principal e izar las velas. En seguida fueron hechos presos por los portugueses. En total murieron 31 hombres según unas fuentes y 37 según otras.
En el regreso a las Molucas se produjo un hecho de esos que nos confirman que la realidad siempre supera la ficción. A finales de agosto tres miembros de la tripulación y un indígena que les había servido de piloto desertaron desembarcando en la isla de Maug. Años más tarde en la siguiente expedición a la Especiería, la de García Jofre de Loaísa, las naves se detuvieron en esa isla porque andaban muy escasos de alimentos. En eso que se les aproxima una canoa con varios lugareños; uno de ellos se levanta y se dirige a ellos hablando en castellano con un marcadísimo acento gallego; era Gonzalo de Vigo, uno de los hombres de la Trinidad, que les ofreció ayuda a cambio de un seguro real para que no pudieran acusarle de haber desertado. Los de Loaísa accedieron y después de aprovisionarles, Gonzalo de Vigo se embarcó con ellos y les sirvió de intérprete
Imagínense; en un lugar remoto del Pacífico, al otro lado del mundo, aparece un tío con acento gallego ataviado como los indígenas y te ofrece ayuda: de ver y no creer.
Los supervivientes de la Trinidad corrieron diversa suerte. Algunos murieron en las Molucas, otros permanecieron presos mucho tiempo, otros se quedaron a vivir en las islas y unos pocos, el capitán Gómez de Espinosa, Ginés de Mafra, León Pancaldo y Juan Rodriguez “el sordo” lograron regresar a España cuatro o cinco años después.
Este pequeño texto quiere ser un homenaje a esos hombres, verdaderos héroes que soportaron un hambre atroz, enfermedades dolorosísimas, frío, calor (dormían en cubierta), miedo, incertidumbre, tristeza, ratas, chinches, pulgas , piojos, cucarachas y toda clase de bichejos que les atormentaban.
A Elcano le concedieron una pensión anual vitalicia de 500 ducados, lo cual era mucho dinero, pero nunca llegó a cobrarla. Años después de muerto – en la expedición de Loaísa – su madre aún seguía reclamando el dinero a la corona. Para terminar les dejó la oración vespertina que recitaba el grumete después de que el contramaestre apagara el fogón antes de la primera guardia de la noche:
Bendita sea la hora
en que Dios nació,
Santa María que lo parió,
San Juan que lo bautizó,
la guardia es tomada,
la ampolleta muele,
buen viaje haremos
si Dios quisiere.
“Juan Sebastián Elcano” por Ignacio Zuloaga
Alguna de las ilustraciones ha sido tomada prestada del maravillosa web rutaelcano.com de Tomás Mazón.
La foto de portada es el planisferio Kunstmann IV de los portugueses Pedro y Jorge Reinel, realizado en 1519 y que , al parecer, Magallanes llevaba en la expedición.
Otra cosa: no les recomiendo demasiado la serie de Prime Video “Sin límites” sobre el viaje de Magallanes y Elcano. Es cierto que es bonito ver los barcos y los paisajes, pero hay muchas invenciones, omisiones y bastante “presentismo”. Un detalle, entre otros muchos: Magallanes era cojo (por una herida de guerra) pero en la serie camina como un modelo de Gucci. Es una lástima porque la ostensible cojera hubiera añadido una considerable dosis de dramatismo a la escena de la lucha en la playa de Mactán en la que Magallanes murió, es sólo un ejemplo.