Publicado el 07 del 02 de 2020
¿ TRAZO MAS ALAS A MOZART ?
Emil Cioran
Alguien dijo que Mozart era demasiado fácil para los niños y demasiado dífícil para los adultos. Hace unos años fuí el responsable de confeccionar el programa de un concurso de piano. En la primera prueba eliminatoria puse: una sonata de Mozart y un estudio de Chopin. Mala idea. Caían como moscas.
¿Por qué esta dificultad? Por muchas razones. Un pianista de alto nivel que programa la sonata en do mayor K.545 - la llamada “fácil” - tiene la responsabilidad de ofrecer una interpretación primorosa y sin una sola nota falsa, que en caso de producirse resaltará como una tableta de chocolate sobre la nieve. Todo el mundo la oirá y algunos pensarán: ¿cómo es posible que se “equivoque” en una pieza tan sencilla?. El resultado es que esa sonata se toca mucho en los conservatorios y muy poco en las salas de concierto. La última vez que la escuché en vivo fue en un recital de Sokolov; como es habitual, el gran pianista nos regaló una versión extraordinaria y originalísima.
Ese es precisamente uno de los problemas cuando se toca a Mozart. ¿Cómo podemos ser creativos con tan pocas notas sin traspasar líneas rojas? ¿Cómo hacer que una interpretación tenga vida - que no suene a cajita de música rococó - pero dentro del estilo? Pero ¿cuáles son las características de ese estilo? ¿cuáles son las líneas rojas? Ahora mismo ya me he metido en un lío si es que pretendo responder a esas preguntas.
Una de las acepciones del vocablo “estilo” es, según la sapientísima María Moliner : “Manera de hacer una cosa que resulta característica de una persona, un país, una época, etc.” Las clasificaciones académicas de los distintos períodos artísticos: Barroco, Clasicismo, Romanticismo, Impresionismo... están bien para un temario de oposiciones o para un libro de texto de grado medio. Pero en la vida real las cosas no son así. No hay una evolución lineal, es más bien un árbol con muchas ramas que se entrecruzan, se superponen y se unen unas a otras con lianas y alguna enrredadera. ¿Qué es Beethoven? ¿clásico? ¿romántico? Las dos cosas dirán ustedes. Pues no; Beethoven es Beethoven, y punto. Las clasificaciones funcionan bastante bien con compositores de segunda o tercera fila que no son grandes genios. Por ejemplo: Giovanni Paisiello, Carl Philipp Emanuel Bach o Antonio Salieri son excelentes compositores del clasicismo mientras que Sigismond Thalberg , Ignaz Moscheles o Giacomo Meyerbeer son claramente románticos. Con los autores más importantes suele pasar que poseen una personalidad tan fuerte que trasciende el estilo característico de la época en la que viven. Pensemos en Ravel, ¿es impresionista? En los “Jeux d´eau” desde luego que sí; pero en “Le tombeau de Couperin” es un neo-barroco y en la “Sonatina” un neo-clásico . ¿Y en “Scarbo”? Pues un romántico de pies a cabeza. En definitiva, es Ravel; es decir, un genio inclasificable.Y ni falta que hace.
En un artículo anterior titulado “Notas sobre la música y el piano” escribí las que a mí me parecen las principales características de la música de Mozart: vitalidad, lirismo y naturalidad. La vitalidad se manifiesta en la energía rítmica y en la claridad del sonido. Nada de tinieblas indeterminadas. La naturalidad es algo muy difícil porque, como es de Perogrullo, o es natural o no sirve. Por eso dije en ese mismo artículo: “A Mozart no hay que “interpretarlo” demasiado, es decir, no manosearlo ni intentar ser original. Hay que dejar que fluya a través de uno, como si fuéramos un medium. Eso precisa de un determinado estado de consciencia”
Un ejemplo buenísimo para ilustrar esto es el vídeo que hay en Youtube de Radu Lupu tocando el concierto nº19 en fa mayor. Lupu parece estar en estado de gracia. Todo resulta fácil, como si no pudiera ser de otra manera, dejando hablar a Mozart.
En cuanto al lirismo hay mucho que decir. La esencia de Mozart está en la ópera, del mismo modo que la de Schubert está en los lieder. Tocando una sonata o un concierto para piano hay que pensar constantemente en la voz humana y en como Mozart escribía para ella. Tomemos, por ejemplo, la Fantasía en re menor K.397 que tantos alumnos estudian. Es como una pequeña ópera de bolsillo; con una introducción, un aria, pasajes orquestales, fermatas, escenas, diálogos y un final –el allegretto - bucólico y feliz.
Los típicos pasajes de escalas, arpegios y trinos en las sonatas y conciertos no son más que “coloratura” para piano. Escuchen a la soprano Edita Gruberova o a la mezzo Cecilia Bartoli y tendrán muy claro lo que hay que hacer. Todas las notas de pasajes como el que sigue deben ser cantadas, no hay dos sonidos exactamente iguales dinámicamente, aunque la diferencia sea minúscula. Las articulaciones son muy variadas.
Concierto nº 21 K.467, Allegro Maestoso, compases 95 a 98.
Mozart nos ha dejado testimonio de su preocupación por la expresividad. Las célebres referencias a Clementi en dos cartas a su padre Leopold, de 1782 y 1783, son muy significativas:
“En cuanto a Clementi (...) tiene mucha habilidad con la mano derecha. Sus principales pasajes son las terceras. Por lo demás no tiene ni un kreutzer de gusto ni sentimiento. Un mecánico puro.”
Y también:
“Clementi es un ciarlattano como todos los italianinis. Escribe en una sonata Presto e incluso Prestissimo y Alla Breve y la toca en Allegro a 4/4; lo sé porque lo he escuchado. Lo que hace muy bien son sus pasajes de terceras; sin embargo las estuvo practicando en Londres día y noche; salvo eso no tiene nada, absolutamente nada, ni la menor expresión, ni gusto, ni mucho menos sentimiento”.
Estas palabras nos dicen varias cosas: Mozart valoraba mucho el gusto y la expresividad al tocar; en lo referente al tempo vemos que da importancia a si el compás es 2/2 o 4/4, Presto o Allegro. También nos muestra su condición humana. ¿Un poquito de envidia, quizás, ante el éxito del italiano...? No sé como tocaba Clementi, pero se trata de un gran compositor que hizo evolucionar notablemente la técnica pianística. Beethoven apreciaba mucho su sonata en fa# menor. Los genios no están exentos de bajas pasiones, más bien al contrario.
Si a Mozart le parece frío Clementi es quizá porque su modo de tocar era más moderno, lo cual nos da a entender que Mozart tocaba con mucho “sentimiento”, con más rubato y ornamentación. Más “romántico”, para entendernos. Esa alusión al carácter de Clementi me recuerda el comentario de Josep Pla (gran admirador de Italia y de su cultura, como yo) sobre los italianos: “Ya he dicho muchas veces que los italianos no son lo que parecen. Su frialdad es total. Cantan ópera para vender tickets”.
Es frecuente que la gente crea que el Romanticismo es algo sólo del siglo XIX, cuando en realidad empieza en la segunda mitad del siglo XVIII con el movimiento Sturm und Drang. “Las penas del joven Werther” de Goethe se publicó en 1774 y una obra tan libertina y pasional como “Les Liaisons dangereuses” de Choderlos de Laclos es de 1782. Mucho “sentimiento” hay en estas dos novelas. Les recomiendo encarecidamente un libro titulado “Viaje musical por Francia e Italia en el s.XVIII” de Charles Burney. Es ideal para percibir cual era el espíritu de la época, las sensaciones que había alrededor de la música. El viaje comienza en junio de 1770, cuando la madre de Beethoven ya estaba embarazada del pequeño Ludwig.
Antes he hablado de las líneas rojas. Eso es relativamente fácil de concretar. Una de ellas son los extremismos exagerados en la dinámica y en el tempo, así como el sonido, que debe ser concreto, sin vaguedades. El pedal es otro aspecto muy importante. La música para piano de Mozart está llena de sutiles “micropedales”. Si escucho el pedal es que hay demasiado. Con algunas excepciones, por ejemplo estos compases - del 22 al 24 - de la cadencia del concierto nº27:
Brendel, de Larrocha, Barenboim, Uchida, Anda o Backhaus, entre otros, interpretan estos tres compases con un mismo pedal. El arpegio con el acorde de 7ª de dominante de si bemol mayor flota en el aire y sugiere una escritura para arpa. Creo que a Mozart le hubiera gustado.
Sigue habiendo gente que cree que el rubato es algo propio de Chopin, Liszt y unos pocos más. El rubato está presente en la música de todas las épocas aunque se exprese de modos muy variados. La única “música” en la que no hay rubato es la que se escucha en algunas discotecas. Aunque habría que decir que esta “música” - como decía Lorin Maazel - no es más que ruido organizado. Quiero recordar la hermosa y precisa definición de Wilhelm Furtwängler de lo que es el rubato: “...una relajación temporal del ritmo bajo el impulso de la emoción”.
En la escritura de Mozart, a veces se aprecia claramente como intenta - y lo consigue - escribir ese rubato:
Sonata K.457 en do menor, Adagio, compás 12.
Sonata en fa mayor K.332, Adagio, compases 34 y 35. Estoy seguro de que Mozart arpegiaba el acorde F de 7ª de dominante de do menor.
En un reciente documental del canal Arte, Martha Argerich, junto a algunos amigos, escucha interpretaciones de Vladimir Horowitz, entre ellas el Andante cantabile de la sonata en do mayor K.330. Horowitz hace una interpretación refinadísima, enormemente expresiva y de una gran fantasía. Un Mozart heterodoxo según algunos. Argerich se muestra embelesada y al final dice algo bellísimo: “Horowitz es el mejor amante que ha tenido el piano”. Creo que la interpretación de Mozart debía de parecerse mucho mas a la del legendario maestro que a otras presuntamente puristas, y muchas veces, aburridas.
Lo primero que escribí de este artículo fue el título: ¿Trazo más alas a Mozart? Vuélvanlo a leer; del derecho... del revés... ¡Es un bonito palíndromo! Es divertido encontrar palíndromos que tengan sentido. Fue después cuando pensé que podía encabezar un breve texto sobre la libertad interpretativa en Mozart. Darle alas a Wolfgang , dejarle fluir y volar a través de uno.
La foto de portada es un óleo del pintor Joseph Lange, concuñado de Mozart, y data de 1782. Tanto la hermana del compositor, Nannerl, como su esposa Constanze, dijeron que era, con diferencia, el más exacto de cuantos retratos le habían hecho.