Publicado el 17 del 01 de 2020
SAN ANTONIO ABAD
También llamado San Antonio el Grande o simplemente, San Antón; nació en el pequeño pueblo de Comas (Coma o Qumans), en Heracleópolis Magna , en el Bajo Egipto, que en esa época pertenecía al Imperio Romano. Se supone que nació el 12 de enero de 251, pero algunos autores lo sitúan un año antes, en 250.
El nombre de Antonio se suele traducir como el “floreciente” del griego ἄνθος (ánthos) que significa flor. Pero estudios más rigurosos consideran que Antonius es el nombre de una gens romana de probable raíz etrusca.
Antonio pertenecía a una familia de campesinos de posición acomodada. Sus padres eran cristianos devotos y le llevaban a la iglesia desde muy niño. Cuando tenía unos veinte años sintió la llamada de Dios en las palabras que según cuenta el evangelista Mateo, Jesús dijo a un joven rico que quería ser su discípulo: “ Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme” (Mt 19,21)
Parece que el joven ricachón se quedó muy triste y desanimado porque tenía muchos bienes; pero no así Antonio que , tras la muerte de sus padres, vendió todas sus posesiones (unas ochenta hectáreas de fértiles tierras) y regaló el dinero a los pobres , además de dejar resuelto el modus vivendi de su única hermana entregándola a una comunidad de vírgenes para que fuese educada y protegida.
Al principio, Antonio se fue a vivir en las inmediaciones de su aldea y realizaba algunos trabajos manuales; del dinero recibido guardaba una pequeña parte para su frugalísima alimentación y el resto lo daba a los pobres. Los vecinos del pueblo amaban y admiraban a Antonio y le llamaban “el amigo de Dios”.
Muy pronto comenzó a padecer los ataques del demonio. Una lucha que duraría gran parte de su vida. Son las célebres escenas representadas por artistas de todas las épocas llamadas “ Las Tentaciones de San Antonio”. El Enemigo utilizó todas las estratagemas imaginables para vencer la fortaleza espiritual del santo. Le ofreció oro y plata en grandes cantidades, fabulosos manjares y se le presentaba en forma de bellísimas mujeres que , inútilmente, intentaban despertar su lujuria.
Posteriormente se trasladó a vivir a un antiguo sepulcro en absoluta soledad. Ahí recibió una terrible paliza de los demonios que le dejó casi muerto. Además fue acosado por toda clase de seres diabólicos en forma de feroces animales. Pero una luz sobrenatural inundó el agujero en el que vivía y Antonio, aliviado, preguntó:
- ¿Dónde estabas Tú? ¿Por qué no viniste al comienzo para detener mis dolores?
Una voz que no era de este mundo le respondió:
- Antonio, yo estaba aquí, pero quería verte luchar. Y ahora que has peleado por el bien, difundiré tu gloria por todo el mundo.
El régimen alimenticio del santo era en verdad muy severo; comía sólo pan con algo de sal y bebía agua una vez al día tras la puesta de sol, muchas veces cada dos días. Dormía en el suelo entre las piedras y la arena. Sentía que tal como dice Pablo en Corintios2 : “... cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte” (2Co 12,10)
Tras veinte años de vida ascética, Antonio abandonó su retiro y fue recibido por numerosos seguidores. Sorprendentemente tenía el mismo aspecto que antes , no habiéndole afectado el rigor de sus ayunos ni las luchas con los demonios.Todo el mundo se quedó asombrado.
San Atanasio, obispo de Alejandría, escribió “Vida de Antonio”, una biografía que se convirtió en un best seller de la época. En ella nos relata las enseñanzas del santo sobre la virtud y sobre como enfrentarse a las tentaciones; nos previene sobre las falsas predicciones de futuro y nos cuenta también la gran cantidad de curaciones milagrosas que realizó.
Antonio, que posteriormente volvió a retirarse al desierto durante décadas, luchó enérgicamente contra la herejía arriana que negaba la Santísima Trinidad y la divinidad de Jesús.
Es considerado el fundador del monaquismo y es el patrón de los animales, de los tejedores de cestas, los monjes, los sepultureros y de muchas otras cosas. Frecuentemente se le representa acompañado de un cerdito y con una cruz en forma de T, la tau. Es increíble que un hombre, por amor a Dios y a Jesucristo, pueda llevar una vida de esta naturaleza durante tantísimo tiempo. Hoy en día, probablemente sería considerado un loco; le recetarían un montón de pastillas y le asignarían un asistente social.
San Atanasio, que le conoció personalmente, nos dice que al morir a los 105 años conservaba una vista excelente y que no había perdido ni un solo diente:
“Mantuvo las manos y los pies sanos, y aparecía con mejores colores y más fuerte que los que usan una dieta diversificada, baños y variedad de vestidos”
Está claro que la vida eremítica sienta muy bien a algunas personas.
Benedicto XVI en la audiencia general del 16 de enero de 2013 dijo:
“San Antonio Abad, insigne padre del monaquismo, maestro espiritual y modelo sublime de la vida cristiana”
No olvidemos que además de la presencia de Dios, con él estaba el silencio; el acariciador silencio de la Tebaida... cuando los demonios callaban. Eso es muy importante.
El episodio de las tentaciones ha inspirado a muchos grandes pintores porque da pie a dejar volar la imaginación, con tanto demonio y tanta contienda.
Veamos algunos ejemplos:
Como es fácil suponer a Hieronymus Bosch, El Bosco, se le da especialmente bien el tema. Esta es la tabla central del tríptico “Las Tentaciones de San Antonio”, conservado en el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa.
El Bosco también pintó otro óleo sobre tabla con el mismo título que está en el Museo del Prado. Al lado de Antonio vemos el característico cerdito.
De Jack Wellens de Cock, pintor flamenco, es esta otra versión de la escena de las tentaciones, pintada hacia 1520. Se aprecia una clara influencia de Hieronymus Bosch.
La siguiente obra es verdaderamente curiosa. Es la primera que se conserva de Michelangelo Buonarroti. La pintó a los 12 o 13 años cuando estudiaba en el taller de Domenico Ghirlandaio. Se titula “El Tormento de San Antonio”.
Claudio de Lorena - tambien conocido como Claude Lorrain o Claude Gellée – pintó este lienzo en 1638. En este “Paisaje con las Tentaciones de San Antonio” el artista representa al atormentado anacoreta esperando la llegada de unas barcas cargadas de demonios. Se conserva en el Museo del Prado.
David Teniers , pintor barroco nacido en Amberes, es el autor de este cuadro en el que , de un modo muy sutil, nos presenta los pecados capitales asediando al eremita. También está en el Prado.
Finalmente uno de mis preferidos, titulado, una vez más, “Las tentaciones de San Antonio Abad” , de Joachim Patinir, pintado en colaboración con Quentin Massys, que es el responsable de las figuras que están en primer término. En esta obra, tres bellas jóvenes , ricamente ataviadas, y acompañadas de una siniestra alcahueta ofrecen a San Antonio una manzana, símbolo del pecado original. Al fondo los bellísimos y característicos tonos azulados del gran paisajista. Se puede contemplar en el Museo del Prado.
El retrato de la foto de portada es una de las últimas obras de Francisco de Zurbarán.
Hoy, 17 de enero, se celebra su festividad. Es una buena ocasión para recordarle y pensar en su ejemplo cuando nos pongamos de mal humor porque se ha estropeado el aire acondicionado o se han acabado las cervezas.