Publicado el 02 del 01 de 2020
CRÍTICOS
Nunca he tenido muy claro para qué sirve la crítica. Un conocido mío, afamado agente de conciertos de grandes intérpretes , me dijo que de este modo al menos los músicos salen en los medios de comunicación y eso ayuda a seguir existiendo. No estoy de acuerdo. A la gente que no ha asistido al concierto creo que poco les importa.
El vocablo “crítica” es definido de este modo en el “Diccionario de Autoridades”:
“La facultad de hacer juicio y examen riguroso de escritos , obras y sujetos. Viene del griego Krínein, que significa juzgar”
Así pues, parece que un crítico es, en realidad, un juez. Mal asunto. Juzgar es algo dificilísimo; hay que ser muy sabio y muy honesto. Cualidades éstas tan raras como una ballena blanca. Según San Lucas, Jesús dijo a sus discípulos :”No juzguéis y no seréis juzgados” ( Lc 6,37) Vamos pues a “juzgar” a los que se atreven a hacerlo con los demás.
Lo primero que me sorprende es que haya tipos capaces de opinar con supuesto conocimiento de causa sobre la interpretación de un madrigal de Monteverdi, una sinfonía de Beethoven, una ópera de Bellini, un lied de Hugo Wolf, un intermezzo de Brahms, un ballet de Stravinsky, una sonata para cello de Ysaÿe y un estudio para piano de Ligeti. ¿Es posible tener tanta capacidad? Yo, después de décadas de dedicarme a la música, tan sólo me veo capaz de opinar con bastante fundamento sobre el repertorio para piano de los siglos XVIII, XIX y gran parte del XX. Por supuesto que puedo darme cuenta de si un director tritura una obertura de Mozart, pero no como para ponerlo “negro sobre blanco” en una tribuna pública. No me siento autorizado.
En cierta ocasión, a la salida de un concierto en el que una importante orquesta había tocado la 5ª sinfonía de Mahler, se me acercó un joven estudiante de primer curso de dirección; un buen chico, tímido y algo pretencioso.
- ¿Qué te ha parecido? -me dijo
- Bueno...bien... ha sido bonito. La verdad es que tampoco conozco demasiado la obra – contesté.
- ¡Ah! ya entiendo... - respondió perdonándome la vida.
- Disculpa – puntualicé - , antes de que tu nacieras yo ya había escuchado docenas de veces esta sinfonía. Cuando digo que no la conozco quiero decir que no la he estudiado porque no soy director de orquesta. ¿La has estudiado tú?
No volvió a preguntar mi opinión.
¿De dónde salen los críticos? ¿Cuál es su verdadera profesión?
Hay de varios tipos:
1.Periodistas aficionados a la música que han ido a muchos conciertos, tienen muchos discos y han leído bastantes libros. Estos suelen estar siempre comparando. Si el pianista toca el “Carnaval” de Schumann comparan su interpretación - aunque sólo sea en su mente - con la versión del disco que tienen en casa y que , en su momento, les dijeron que era muy buena (no lo dudo). Si se parecen, el pianista saldrá bien parado. Si no, se le caerá el pelo. Esto me recuerda aquella frase genial de Jean Cocteau: “La crítica siempre compara; lo incomparable se le escapa”.
2. Musicólogos en busca de un pequeño sobresueldo. Son peligrosísimos porque están totalmente desligados de la práctica; son pura teoría. Hay que tener claro que una cosa es saber sobre música y otra saber música. Sin el contacto físico con el sonido el conocimiento de la música es similar al que una virgen vestal que lee novelas de Henry Miller pueda tener sobre el sexo.
3. Virtuosos frustrados. Curiosamente suelen tenerles mucha manía a los verdaderos virtuosos. No saben distinguir entre un prestidigitador vacuo y un artista que tiene una gran habilidad con el instrumento y además es un gran músico. Si le corren mucho los dedos al pianista o al violinista es frecuentemente calificado de máquina inexpresiva. Es como pensar que todas las chicas rubias, guapas y esculturales son tontas. Habrá muchas, por supuesto; pero otras son además muy inteligentes con lo cual reúnen una colección de virtudes difíciles de soportar para un espíritu pequeño al que le cuesta mucho admirar.
4. Alumnos de grado superior o jóvenes profesores de escuelas de música. A estos les suelen contratar porque salen muy baratos, incluso gratis.
- Oye, necesitamos a alguien para hacer las críticas de música clásica.
- Mmmh... La hermana de fulanito da clases de cello en una escuela para niños. ¿y si se lo proponemos a ella?
- ¡Perfecto!
La hermana de fulanito, sorprendida y halagada, acepta el encargo y unos pocos días más tarde está pontificando sobre la interpretación de Simon Rattle de la 4ª de Brahms.
5. Intelectuales (palabra odiosa), profesores universitarios y expertos en otras ramas del saber a quienes les gusta la música.
Este tipo de crítico suele aprovechar para disertar ampliamente en su crónica sobre las circunstancias históricas, culturales y filósoficas que rodean la gestación de las obras programadas. Acerca de la interpretación siempre se puede preguntar al vecino de butaca que tiene fama de saber mucho y de ser muy exigente.
Hay innumerables anécdotas jocosas sobre críticas y críticos. Les contaré algunas:
Hace años me dijeron que en Suiza hubo un crítico feroz que despellejaba a casi todos los intérpretes que tenían el valor de actuar en su ciudad. Un buen día le tocó el turno a Arthur Rubinstein y en efecto; al cabo de un par de días el ogro publicó una crítica demoledora. Rubinstein, un gran artista y también un hombre listísimo, escribió al crítico “agradeciéndole” que le dijera lo que nadie se atrevía a comentarle y que gracias a su artículo había aprendido mucho.
El crítico se tragó el anzuelo y, henchido de vanidad, iba enseñando a todo el mundo la misiva de Rubinstein. “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Ecl 1,2)
Desde ese momento las críticas a Arthur Rubinstein de este lamentable sujeto fueron excelentes.
En diciembre de 1916 estaba anunciado en Moscú un concierto en el que se interpretaría la Suite Escita de Prokofiev. El evento fue anulado en el último minuto. Al día siguiente se publicó una recensión detallada y devastadora en la que se pulverizaba la obra y se acusaba a Prokofiev de dirigir “con una actitud bárbara”. Al conocerse la verdad el autor del artículo fue despedido de su puesto en la “Mouzykalny Sovremennik”.
Otras veces no expulsan ni dimite nadie. Hace unos veinte años asistí a un recital de un veterano y reputado pianista. En la primera parte el programa anunciaba obras de Mozart, Chopin y Brahms. En la segunda decía lo siguiente:
12 Preludios Libro I ____________________________________ Debussy
Jeux d´eau _______________________________________________ Ravel
Gaspard de la Nuit______________________________________ Ravel
1 Ondine
2 Le Gibet
3 Scarbo
Recuerdo haber pensado: ¡Qué segunda parte tan larga! Ya que sólo los 12 preludios duran más de 40 minutos.
Pues bien, tras el entreacto, salió el pianista a escena, comenzó directamente con los Juegos de Agua y siguió después con el “Gaspard”. No tocó ni un sólo preludio; ni uno. Con lo cual la segunda parte fue entonces bastante corta.
Se publicaron tres críticas comentando la obra de Debussy. En un prestigioso diario y en dos revistas “especializadas”. Al menos tuvieron la prudencia de no hablar de cada uno de los preludios. ¿Qué explicación tiene esto? ¿No fueron al concierto? ¿Pensaron que los “Jeux d´eau” eran los 12 Preludios? ¿”Ondine” era “Jeux d´eau” y el resto, “Gaspard de la Nuit”? Un misterio. Lo que es evidente es que no conocían estas obras extraordinarias.
Escribir una crítica no es decir lo que a uno le parece. No debería ser una opinión personal. Se trata, sobre todo, de describir el concierto y comentar la interpretación desde una posición lo más imparcial posible, sin comparar, relativizando las cosas y teniendo siempre tendencia a ser constructivo.
¿Acaso no existen los buenos críticos? Supongo que sí. Lo que es seguro es que hay personas - pocas - que escriben bien, son cultas, honestas y tienen buen gusto; eso hace que no sean perjudiciales para el arte y los artistas.